sábado, 18 de febrero de 2012

Mi abuela Angela y el maharajá.


Llegó la hora del interludio. Me voy por las ramas. Buscando un poco más de información sobre los sijs y el Punjab, me sorprende la palabra Kapurthala (una de las ciudades del Punjab). Como un relámpago llega el recuerdo de mi abuela Ángela y vuelvo a la infancia.


Parece que entonces pediría algo de más porque la frase que recuerdo claramente es: “Pero tú te has creído que soy el marajá de Kapurthala? No sabía dónde quedaba Kapurthala ni qué era un marajá. Marajá decía ella. Hoy me cuesta decir maharajá, tengo que pensarlo. Bueno, no sabía nada de eso pero entendía que no tenía tanto dinero. (Años más tarde escuché lo mismo en versión autóctona. Estábamos en la plaza de Cafayate y pasó una abuela de cara aindiada con su nieto diciendo “Pero que te creís chango, que la plata la caga la gata?" Jaja). Bueno lo de Angelita era más exótico, más barroco. Así era ella.  Catalana era. Entonces, cuando veo la palabra Kapurthala, pienso de dónde habría sacado ella lo del maharajá! Nuevo motivo de investigación. Voy a Maharajaes de Kapurthala y aparece una lista larga, cada uno con varias esposas e hijos hasta que doy con un nombre con hipervínculo: Anita Delgado. Hago clic y descubro que Anita era española y tenía solamente diez años más que mi abuela. Seguramente Ángela conocía bien esa historia.

Anita era una malagueña bellísima que, junto a su hermana, trabajaba como telonera bailando y cantando cuplés. En 1906 se celebra en Madrid el casamiento de Alfonso XIII con la princesa inglesa Victoria Eugenia de Battenberg y llegan para la boda cantidad de personajes de la realeza. Entre ellos...¡sí!, el Maharajá de Kapurthala que pasa con su carroza en el momento en que Anita sale de ensayar en el teatro. Ella tenía 16 años, estaba peinada con trenzas y vestía de negro porque llevaba luto por su abuela. Él,  un turbante blanco y azul sobre el que destellaba un broche en forma de pavo real y una vestimenta tan lujosa como estrafalaria. Era más bien corpulento, con barba e iba cargado de joyas. Al ver a Anita le clavó la mirada. El maharajá quedó flechado!


Desde París, le manda enviados para proponerle que se case con él. Ella no acepta pero finalmente le escribe una carta diciendo que iba a casarse con él. La carta estaba llena de faltas de ortografía y estaba mal redactada. Cae en las manos nada menos que de Don Ramón del Valle Inclán que formaba parte del grupo de intelectuales que iba al teatro en que actuaba Anita. Valle Inclán escribe nuevamente esa carta. ¡¡¡La carta que habrá escrito!!! (lamentablemente parece que no se ha encontrado). El maharajá queda encantado con “las condiciones” que enumera la carta  y Anita marcha a París donde pasa un tiempo preparándose para ser reina.

Finalmente, viaja a la India, se casa con el maharajá por el rito sij y se transforma en Prem Kaur, la maharani de Kapurthala.


Tiene un hijo y pasa algunos años viajando y disfrutando de una vida fastuosa. Su belleza deslumbra.




Años después el matrimonio se enfría, el maharajá pierde interés y se interesa en otras mujeres. Anita viaja a Francia. Se comenta que tiene un affaire con uno de los hijos mayores del maharajá o con su primo. Finalmente llega a un acuerdo de separación. El maharajá le pasa una pensión mientras ella no se case de nuevo. Vive en Francia, luego en Portugal y en España. En París disfruta de las fiestas y tiene una vida social intensa. Tiene algunos amores, en una ocasión con un torero. Muere en 1962 a los 72 años.

Hay un documental interesante de la televisión española sobre esta historia (duración 44 minutos)


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